En los últimos años se ha producido un cambio semántico respecto al término “arte urbano”, que ha adquirido, otra función, la de sacar a la luz en el espacio público un arte que problematiza su relación con la ciudad. Es entonces, un arte toma forma “en” y “para” este espacio particular. Pero, cabría también preguntarse ¿qué entendemos hoy por espacio? o bien, incluso... ¿dónde empieza y termina el espacio, la ciudad y lo común, lo físico y lo virtual, lo privado y lo público?
Ya en la segunda mitad del s. XX, el territorio comenzó a cambiar aceleradamente hacia una mayor confluencia entre el espacio físico y el informacional. El espacio hoy, al contrario del espacio de la modernidad, no se puede concebir únicamente desde su dimensión física, cartesiana, estática u homogénea. Sencillamente porque ya no responde a la escala, centro y medida de la inercia epistémica del hombre moderno. La cibernética ha tomado el mando, y modela hoy, con fluida determinación, el espacio-red, hibridando lo vivido, lo concebido y lo percibido desde una rizomática producción global de múltiples espacios-tiempos interactivos (no facilmente visibles, asibles o cuantificables) que, cada vez más, diluyen inexorablemente las categorías de lo material y lo virtual, de la experiencia offline y online, incluso de las dimensiones de lo público y lo privado.
Ya en la segunda mitad del s. XX, el territorio comenzó a cambiar aceleradamente hacia una mayor confluencia entre el espacio físico y el informacional. El espacio hoy, al contrario del espacio de la modernidad, no se puede concebir únicamente desde su dimensión física, cartesiana, estática u homogénea. Sencillamente porque ya no responde a la escala, centro y medida de la inercia epistémica del hombre moderno. La cibernética ha tomado el mando, y modela hoy, con fluida determinación, el espacio-red, hibridando lo vivido, lo concebido y lo percibido desde una rizomática producción global de múltiples espacios-tiempos interactivos (no facilmente visibles, asibles o cuantificables) que, cada vez más, diluyen inexorablemente las categorías de lo material y lo virtual, de la experiencia offline y online, incluso de las dimensiones de lo público y lo privado.
Así, en paralelo al cambio semántico del “arte urbano” –y provocando activamente dicho cambio– la producción espacial en la que se inscribe la cultura posmoderna de la globalización del capital y su vertebración a través de las TIC, asiste al nacimiento de una nueva ontología espacial: el “espacio híbrido”, inscrito en la actual era de la información. El resultado es determinante: la superposición al modelo espacial precedente de las nuevas prácticas culturales y artísticas de codificación de la información (organización, análisis, modelizado y visualización, almacenamiento, difusión y comunicación) que cohabita, tanto en la ciudad (como paradigma de la territorialización del usuario/ciudadano/consumidor), como en el sistema-red.
Desde aquí, el arte, como no puede ser de otra forma, se sitúa ante el extenso ensamblaje de infraestructuras técnicas y tecnológicas, biológicas, materiales, informáticas, conceptuales, etc. que funde simbióticamente al ser humano dentro de un medio habitable y compartido con otros agentes y artefactos no-humanos. Un ensamblaje que identificamos con el término Tecnosfera*.
Solo asumiendo la complejidad desbordante del sistema-marco de la Tecnosfera, con su delegación informacional en manos de monstruos codificados, productores de megalópolis algorítmicas, creemos que podemos hablar hoy de “arte urbano”.
Desde aquí, el arte, como no puede ser de otra forma, se sitúa ante el extenso ensamblaje de infraestructuras técnicas y tecnológicas, biológicas, materiales, informáticas, conceptuales, etc. que funde simbióticamente al ser humano dentro de un medio habitable y compartido con otros agentes y artefactos no-humanos. Un ensamblaje que identificamos con el término Tecnosfera*.
Solo asumiendo la complejidad desbordante del sistema-marco de la Tecnosfera, con su delegación informacional en manos de monstruos codificados, productores de megalópolis algorítmicas, creemos que podemos hablar hoy de “arte urbano”.
2021, Anne Puech y Santiago Morilla
(*) Originalmente, el término “Tecnosfera” fue acuñado por el geólogo y geoquímico ruso Vladímir Vernadski (1863-1945) para referirse a la capa o esfera artificial habitable compuesta por todos los artefactos e infraestructuras resultantes de la alteración producida por el ser humano sobre la Tierra. Posteriormente, en 2013, Peter Haff lo rescata desde una perspectiva geológica que integra el pensamiento sobre la tecnología y la filosofía de la información.